Ver los sonidos, escuchar los colores.

La recordaba perfectamente. El olor de su pelo, su sonrisa, la suavidad de su piel, la intensidad de su mirada. Esa mirada que nunca tuvo rival. Ninguna chica podía compararse, a pesar de que muchas lo intentaron. Ella aún estaba dentro suyo. Clavada en el fondo. Nunca dejó de pensar en ella, en ningún momento de su vida. Necesitaba volver a verla. A diario paseaba por cada rincón que habían recorrido juntos. Aquel árbol donde confesó su amor, y ella le correspondió con un beso. Donde juraron que no acabría nunca. Seguía recordando su perfume, el sonido de su voz, incluso el número de pecas que se posaban sobre su cara. Varias veces intentó huir de su recuerdo, pero era inútil. Cada letra de su nombre permanecían en su cabeza noche y día. Su imagen era lo único que lo animaba a seguir viviendo. Le gustaba recordad aquellos días en los que ella estaba y, sin quererlo su corazón se acelera. Fue su único amor. El primero y el que dejó huella en él. 

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