Fue dejando su Alma en cada paso. Esparciendo uno a uno los más de mil trocitos que quedaban de su corazón, mezclados con sueños, esperanzas, ilusiones y sustancias sin clasificar. Acabó con todo sin piedad, ya de poco le servía. Se recargó con recuerdos inventados y sonrisas jamás pronunciadas, con canciones no compuestas y drogas no tomadas. Se dejó vencer por brazos conocidos que no le habían creado heridas graves, renunciando a ese condimento que hacía correr y hervir su sangre.

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